HACIA PIPOL 7 ¡VICTIMA!
Reseña de la sesión del 27 de Enero de
2015
Iolanda Ferreres i Sebastià
El pasado dia 27 de enero en la sede de Barcelona de la
Comunidad de Catalunya-ELP, tuvo lugar la primera sessión preparatoria del III
Congreso de la EuroFederación de Psicoanálisis (EFP).
Emilio Faire, como director de la CdC-ELP, hizo la
presentación. Será el próximo encuentro PIPOL 7, (Programa Internacional de
Psicoanálisis de Orientación Lacaniana), se celebrará los días 4 y 5 de julio
de 2015, en Bruselas, con el título de "Victime!".
Desde PIPOL I: ¿Existe la salud mental?, hasta PIPOL
7: ¡Víctima!, se ha ido actualizando el instrumento que nos permite proseguir
nuestra práctica de acuerdo con el momento de la realidad europea en la que la
desarrollamos. Actualmente la EFP tiene la voluntad de hacerse más presente en
les instancias políticas europeas. PIPOL ofrece siempre la oportunidad de
testar la dimensión clínica, política, y epistémica de la práctica analítica, y
permite una apertura hacia lo múltiple a través de la pluralidad de
enunciaciones singulares.
La Comissión, está formada por Montserrat Puig
(responsable), Graciela Esebbag, José Ramón Ubieto, y Emilio Faire.
Montserrat Puig pone sobre la mesa algunas
reflexiones en relación el significante que da nombre al Congreso. Hace notar
el signo de exclamación/admiración que lo acompaña: ‘Victime!’, planteando que
habrá que leerlo también, por lo que pueda hacer resonar.
En la definición de ‘Víctima’, la primera acepción
que encontramos tiene que ver con el sacrificio de un animal ofrecido a los
Dioses. Posteriormente se designará como la persona que sufre un mal en manos
de otro, por causa de otro. Será preciso ver como estas dos dimensiones se
encuentran presentes en la clínica actual. Sitúa el lugar de la víctima y el de
un sujeto que responde desde allí; y también el de quien se resiste a ocuparlo.
¿Cuáles son las posibles enunciaciones cuando una víctima toma la palabra? Al
menos dos lugares de enunciación: Uno es el del relato de los hechos sucedidos
a falta de poder actuar para compensar lo que ha sufrido; y el otro es el de la
denuncia. ¿Cómo es que los sujetos de hoy se encuentran tan fácilmente
identificados por este significante? ¿Qué hay de estructural en esta víctima?
Una de las referencias es el curso Donc de J.-A. Miller. Allí leemos que hay
una afinidad estructural entre el yo y la posición, casi la vocación, de
víctima. En la época de la idealitzación del dominio del yo, es la angustia el
afecto que acompaña a la victimización. Cuando el Otro no se sostiene, ni
sostiene al sujeto, es la relación con el agujero, con la propia falta, con lo
que el sujeto ha de verselas. El significante ‘víctima’ en el lugar del agujero
del trauma da consistencia al Otro, dando respuesta y obturando la pregunta por
el "che vuoi?" que desplegaría la posibilidad de todo un campo de
significaciones frente el trauma.
Graciela Esebbag a través de la exposición de un caso
retoma la pregunta de cómo pasar del concepto de ‘trauma’, a la idea de
‘víctima’: de traumatizado a víctima. ¿Qué papel jugó el significante
"víctima de abusos" para aquel sujeto? ¿Cómo cada sujeto usa los
significantes de su época y su cultura para poder separarse del goce
desregulado del Otro? ¿La identificación con la víctima, siempre implica una
alienación, una desresponsabilización? ¿No puede ser una vía de subjetivación
del trauma? ¿Qué efecto subjetivo tiene la impunidad? Caroline Eliacheff señala
que algunos psiquiatras anglosajones, a partir de la IIGM, estudian los
combatientes que vuelven del frente, y se empieza a hablar con los
traumatizados. La idea del momento era que la naturaleza del acontecimiento que
traumatiza cuenta menos que aquello que lo provoca; es decir, que los síntomas
indican que hubo traumatismo pero no dicen nada sobre qué pasó. Es a través de
estos estudios y la investigación de la experiencia en los campos de
concentración, que se describe el síndrome del superviviente, el qual explica que
a la neurosis traumática se le puede añadir la culpabilidad por haber
sobrevivido.
José Ramón Ubieto toma el punto de lo singular de la
víctima opuesto a la universalización del concepto. Miller en el curso Donc
habla de la afinidad estructural entre la condición de víctima y el yo, de la
ley de la victimización inevitable del yo. En nuestra clínica se trataría de
apuntar a lo singular más que a lo que la colectiviza. Distanciarnos del
"atrincheramiento", término de É. Laurent, que reduce al sujeto a una
categoría social: “víctima de...”. Ilustra com sujetos que hablan desde esta
posición de víctima nos enseñan que el objetivo básico del acoso sería atentar
contra la singularidad, golpeando en los signos extraños el goce diferente que
resulta intolerable. Su hipótesis se orienta por si el acoso no sería una forma
de sustraer aquello singular de cada ser hablante. ¿Por qué los testigos
colaboran de forma silenciosa? ¿Es ésta una forma de no ser ellos mismos
incluidos en el mundo de las víctimas? El acoso se suele ver en forma de
humillaciones y de aniquilación psicológica, por tanto apunta más a la cuestión
del ser. ¿Hasta qué punto el acoso actual no sería una respuesta al declive del
padre que da paso a una lógica horizontal? Además, hay un sentimiento de
impunidad relacionado, como hipótesis, con cierto vacío educativo. Víctima es
hoy un significante amo que nombra el ser del sujeto y que tiene un uso
múltiple. Como psicoanalistas hemos de decir que no desconocemos el sufrimiento
que implican los fenómenos de violencia pero, también, que nuestra orientación
por lo real implica pensar el ser hablante com responsable, y que la condición
de víctima no elude en ningún caso la responsabilidad de responder de los
propios hechos y los dichos.
Emilio Faire con una viñeta clínica: "¿Víctima
de quién?", muestra los posibles trasvases entre la posición de víctima y
la de verdugo; con una frontera no tan clara entre ambas. Era en una
presentación de enfermos donde el sujeto testimoniaba de su compromiso con su
decir. Se trataba de un sujeto psicótico que enseñaba un cierto aplastamiento
de la aparente relación víctima-verdugo hecha sobre la supuesta simetría
Sade-Masoch, entendida como una supuesta complementariedad.
Tras las cuatro presentaciones, ya en el tiempo de
debate con la sala, iba tomado forma el inicio de nuestro recorrido hacia PIPOL
7: pluralidad de enunciaciones tocadas por las diferentes experiencias. Se
retomaron diversas ideas y planteamientos a los que se les dió alguna vuelta
más. El significante ‘¡Víctima!’ con la exclamación que la acompaña hacía
pensar que el signo de puntuación se dirigía a alguna cosa de la condición a la
que está expuesto el ser humano, y que es la del desamparo original
[Hilflosigkeit], apareciendo en este punto la víctima y el verdugo: posición y
defensa. ¿Cómo el goce del Otro remite al goce propio insoportable? ¿Qué se
ataca en el Otro que es de uno mismo? La reversión entre la posición de verdugo
y la de víctima tiene que ver con el real que se pone en juego, y la respuesta
del sujeto es cada vez desde la singularidad y la subjectivdad. Hay textos en
una linea sociológica (Bauman, Zimbardo, Milgram...) que explican experimentos
demostrando lo reversible de de estas posiciones, y que ambos, víctima y
verdugo, pueden identificarse en las dos posiciones. En relación al uso de los
experimentos, se apuntó que respecto a eso hay que ir un poco más allá y, como
decía Lacan, poner en cuestión la propia posición de goce del experimentador.
En la web de la CdC está tanto el programa de este
nuevo espacio, como una bibliografía, diversa y heterogénea, que se irá
ampliando con las aportaciones que vayan llegando.
HACIA PIPOL 7 ¡VICTIMA!
Reseña de la sesión del 24 de febrero de
2015
Irene Domínguez
En el marco de las sesiones
preparatorias hacia PIPOL 7 “¡Víctima!”, la segunda sesión abordó uno de sus
ejes: ámbito público, ámbito privado. Estuvo coordinada por José Ramón Ubieto
con presentaciones de Gemma Ribera y Margarita Álvarez.
El trabajo de Gemma Ribera
giró entrono a los capítulos finales del Seminario 7, La Ética del
Psicoanálisis, de Lacan, sobre la figura de Antígona. Éste trató sobre la
ley pública versus la ley familiar y la figura de Antígona como
víctima voluntaria, que nos remite al sacrificio. La heroína Antígona
nos permite ver el punto del deseo, de un deseo puro, un deseo de muerte
sostenido en la ley familiar, que en tanto hija de Edipo remite al
incesto de los padres. La singularidad del acto de Antígona hace obstáculo
a la universalización de la ley pública, de la ley para todos dictada por Creonte
que condenaba a su hermano a ser enterrado sin sepultura. El deseo de Antígona
la ubica en posición de víctima voluntaria, estatuto apasionante, puesto que
guarda en sus entrañas una paradoja: alguien que, a través de su acto, elige
voluntariamente el sacrificio al Otro. Ese deseo puro, como recoge Gemma
Ribera del Seminario de Lacan, es un deseo de muerte ligado al deseo
materno, que es un deseo criminal, una posición radicalmente
destructiva. En el brillo de Antígona destella lo inhumano de dicha
posición.
Margarita Álvarez presentó
una viñeta clínica en donde alguno de sus aspectos reflejaba la búsqueda de
dignificación de una mujer atrapada en una posición de víctima.
En el animado debate que
sostuvimos, J. R. Ubieto enfatizó el uso que pueden hacer algunos sujetos del
significante ‘víctima’. Trajo a colación conductas de riesgo contemporáneas en
donde los sujetos se ubican también como víctimas voluntarias, dando rienda
suelta a un goce imparable. Se preguntó si podríamos pensar a Antígona como una
víctima del superyó.
El tema de la dignidad
sobrevoló la reflexión, como una lucha que mantiene el sujeto para poder tratar
su posición de víctima. Marta Serra señaló la dimensión de semblante implícito
en el “hacerse la víctima” que siempre esconde un goce del sujeto, muchas veces
desconocido por él mismo.
Hebe Tizio recordaba que la
figura del héroe no es sin un discurso que lo avale, sin un reconocimiento de
su acto. Lo inhumano late en el corazón de cada uno, el tema es cómo construir
barreras que permitan tratar ese núcleo inhumano, pues ahí siempre aparece algo
que no se puede detener, una suerte de compulsión sin límite.
Pero no hay que olvidar que
dichos actos —como por ejemplo en los consumos de alcohol exacerbados de la
gente joven, recordaba J.R. Ubieto— siempre van dirigidos a un Otro, pero, ¿a
qué Otro se dirigen?
Un enigma general recorría
la sala: en la posición de Antígona ¿se puede hablar de deseo? Ese acto
decidido, rebelde, inquebrantable, ¿no sería más bien algo en relación a un
goce mortífero?
Esta paradoja ilustra bien
un deslizamiento que a veces se nos escapa: oponer el deseo y el goce como si
fueran dos polos opuestos o un par de significantes. El deseo de algún modo
surge de un tratamiento del goce. No olvidemos que en el Seminario 7, Lacan
aborda el deseo como aquello que se encuentra al final, es un deseo que va
unido a la trasgresión, que apunta a un más allá. Sabemos que en tiempos
posteriores de su enseñanza abandonará esta posición. Es también el momento en
que Lacan conceptualiza el goce, y lo hace, precisamente, extrayéndolo de su
análisis sobre la naturaleza del deseo. Antígona es su referente clave, puesto
que lo inhumano del deseo de Antígona, es su pureza. Al deseo puro de Antígona
antepone allí el deseo del analista como un deseo impuro.
Irene Domínguez, destacó el
punto de la vergüenza presente en la viñeta clínica recordando un texto de Éric
Laurent “La vergüenza y el odio de sí” en Freudiana 39.
Allí señala que las razones
de los terroristas suicidas no hay que buscarlas tanto en la ideología o la fe
religiosa como en ese odio de sí que habita en cada uno y que va dirigido al
Otro. La inmolación es un acto de destrucción del Otro. Matándose quiere
alcanzarlo. Y destaca que, quizás, el punto para poder salir de ahí sería si
pudiera introducirse la vergüenza de sí, como si el terrorista pudiera hacerse
la pregunta: ¿pero tú te has visto gozar?
Lidia Ramírez señaló la
importancia de la relación entre la víctima, la dignidad y el deseo. Y de ahí
llegamos a otro punto crucial en estas sesiones, el de la responsabilidad.
Otros participantes señalaron la dificultad de separar responsabilidad de
culpa, del sentimiento de culpa inconsciente, y hemos de recordar que Lacan
nunca alentó a desculpabilizar al sujeto, que la culpa era un motor fundamental
para poder trabajar en torno a su posición subjetiva.
Hebe Tizio volvió a
recordar que sería muy peligroso generalizar sobre el término de víctima. La
posición de víctima puede ser un modo de dignificarse, y no toda víctima
voluntaria de hoy en día guarda los motivos incestuosos de Antígona. Hay otros.
Resaltó como ese significante puede ser un instrumento en los análisis.
Montserrat Puig, en la
misma línea, matizó que la dignidad es la capacidad de responder del sujeto y
es de esa respuesta que el sujeto es responsable. Por tanto, es posible hacer
un uso digno del significante ‘víctima’. La dimensión del acto estará siempre
en primer plano.
Quedamos invitados a la
siguiente sesión, en torno a Sade con Masoch y a presentar propuestas para el
Congreso, que existe, que tendrá lugar en Bruselas, bajo el sol de julio.
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Reseña de la sesión del 24 de marzo de
2015
Lluïsa Andreu
“Verdugo o víctima: Sade o
Masoch” es el título de esta tercera sesión de trabajo, las presentaciones
estuvieron a cargo de Estela Paskvan y Elvira Guilañá y estuvo moderada por
Emilio Faire.
Estela Paskvan tomó un
párrafo del Seminario 16, De un Otro al otro (1969), del capítulo
titulado “Clínica de la perversión”. Lacan apunta a algo fundamental en
relación a la perversión: si bien el sádico trata de despojar al sujeto de la
palabra en lo que lo constituye, esa palabra no es el objeto a sino que,
como indica más adelante, se trata de la voz separada del lenguaje. Si lo
pensamos desde la palabra esto nos lleva a imaginar que hay simetría entre
sadismo y masoquismo.
Para entender la no
simetría, Estela Paskvan hizo un recorrido por los conceptos de sadismo y
masoquismo en la enseñanza de Lacan. Este, en “Kant con Sade” (1963), evidencia
que la pareja de Sade no es Masoch, sino Kant. La ley moral kantiana, en tanto
que la máxima de sus acciones pueda elevarse a bien universal, es la que hace
pareja con el goce para todos, del cuerpo del Otro, sin prohibición en Sade.
También en ése mismo año
Lacan en el Seminario 10, La angustia, define el objeto a como causa de
deseo y de angustia; ubica el objeto a en el fantasma perverso y en el
neurótico. Será en 1969 cuando sitúe al perverso en relación al objeto.
El exhibicionista hace
aparecer la mirada en el campo del Otro y el voyeur se dedica a tapar,
con su mirada, el agujero del Otro.
En cuanto al masoquismo y
al sadismo, el objeto esencial del que se trata es la voz, que separada del
lenguaje, por eso la voz no tiene materialidad sonora, es áfona.
¿Cómo se pone en juego el
objeto voz? En el caso del masoquismo se hace de la voz del Otro lo esencial,
se trataría de tapar el agujero del Otro con esa voz, se hace oír como objeto a,
como resto, desecho de la palabra. En el caso del sádico éste también intenta
completar al Otro quitándole la palabra e imponiéndole su voz, aunque en
general falla.
‘Verdugo y víctima’ Lacan
los sitúa únicamente del lado del sádico, no hay simetría entre masoquismo y
sadismo, en ambos casos el perverso está en el lugar del objeto a,
proponiéndose como instrumento del goce del Otro. No se relacionan
sadismo-masoquismo con verdugo y víctima como bien nos muestra Sacher-Masoch en
“La Venus de las pieles”; el masoquista que se priva de la voz mediante un
contrato perverso, le transfiere el poder de la orden a su partenaire y
construye un Otro que ordena y al que él obedece, tapa el agujero del Otro con
esa voz. Es interesante, como señala Deleuze, el eco de la voz: ese exceso que
posiblemente encontró en el padre y que necesita que se dé en la mujer en el
caso del masoquista.
Lacan se pregunta cómo
pensar si no es del lado del goce en el masoquismo, esa sumisión al Otro en
función de la voz; la no revuelta de las personas cuando acudieron a los crematorios. Tema polémico, que se
retomaría de nuevo en el debate.
Por su parte, Elvira
Guilañá presentó una viñeta clínica de un caso de toxicomanía que sirvió para
interrogar el principio de identidad y recuerda, tal como dice Lacan en el
Seminario 9, La identificación, que no se puede cuestionar el principio de
identidad por el significante, sino que más bien se trata de intentar, en la
medida de lo posible, movilizar algo en relación a la identidad.
En todo caso, se trataría
de explorar qué función tiene el consumo para cada sujeto.
A continuación se debatió
desde la sala con abundantes e interesantes preguntas y reflexiones.
La viñeta clínica de Elvira
nos mostró la no simetría víctima-verdugo, aunque es cierto que en ciertas
ocasiones observamos que la víctima deviene verdugo y, el verdugo, víctima.
Se retomó la cuestión,
compleja, sobre el goce de los sujetos en los campos de exterminio,
sujetos que entran en contacto con el goce del Otro, que en este caso sí que
existe y que, en cada sujeto, tiene efectos devastadores, siempre de una forma
particular y aunque, a veces aparezca cierta pasividad, no es difícil pensar
que ese contacto con el goce del Otro, hace participar, se quiera o no. En todo
caso, cada sujeto tendrá que elaborar esa obscura complicidad, sabiendo la gran
dificultad que supone el tratar esa posición del sujeto que ha tocado ese goce
tan brutal.
En relación a los efectos
de la voz y el sadismo, observamos hoy en día que se trata de experiencias
reales, de la violencia ejercida en los cuerpos, no de una metáfora. Vemos sus
efectos en los sujetos que atendemos en nuestras consultas.
Es importante recordar que
el significante ‘víctima’ para cada sujeto es distinto, ha tenido una función
que ha dado lugar a una respuesta particular. Es un significante que puede ser
utilizado por el sujeto, una identificación que le permita salir del agujero
del trauma. En la clínica, en ciertos casos, cuando el sujeto se presenta del
lado de la víctima como objeto se trataría de darle la palabra como
sujeto, del lado de la responsabilidad, como respuesta que permita dignificar a
la víctima.
En los casos de toxicomanías
muchos sujetos suelen representarse como víctimas en relación a la adicción y
habrá que ver qué función tiene el consumo en cada caso. En la paranoia el
sujeto queda en posición de objeto de uso del goce del Otro y el consumo, puede
ejercer la función de poner un límite.
Así también, en ciertos
casos de psicosis, la toxicomanía puede ocupar el lugar de una suplencia que
tiene la función del tapón al goce del Otro.
Se debatió en torno a las
diferentes respuestas que se dan en lo social, situando al sujeto del lado de
la víctima y el efecto que tiene el hecho de despojarlo de la responsabilidad
como sujeto, como en el caso de instituciones en que los padres denuncian a sus
hijos por maltrato. Ante el declive del Nombre-del-Padre, se sitúan bajo la
identidad de padres maltratados.
En relación a la depresión,
se señaló que, en la actualidad, nos encontramos, con frecuencia, con cierto
empuje a que el sujeto hable. Se coincidió en que es verdaderamente importante
respetar el tiempo del sujeto y aquello que éste pueda decir, sabiendo que no
todo se puede decir.
Acabó nuestro encuentro
recordando que de la víctima el analista acoge su posición sintomática.
Para concluir, Emilio Faire
recordó la ampliación hasta el día 30 de marzo del plazo de presentación de
argumentos de intervención para PIPOL 7, y nos convocó a un nuevo encuentro el próximo día 21
de abril que tratará sobre infancia y maltrato.
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