Pipol 7 ¡VÍCTIMA! 3er Congreso Europeo de Psicoanálisis. Bruselas, 4 y 5 de julio de 2015.
Podríamos comenzar diciendo que los dos días intensos de trabajo nos
dejaron una premisa fundamental: no hay la víctima, sino lo singular de
ella.
En los trabajos clínicos verificamos los intentos de los discursos
contemporáneos por transformar todo acto del sujeto en una conducta, -ya
sea disruptiva, enferma o transgresora- reeducándola o previniéndola.
Por lo tanto estamos incluidos en el campo del diagnóstico y
tratamiento. Los trabajos transmiten entonces, cada vez, en su
particularidad que el psicoanálisis encuentra su lugar, ubicándose de
forma que el sujeto pueda encontrar su diferencia. La exclusiva
particularidad de su goce con el trabajo de la transferencia.
Una enseñanza clínica que extraemos es que el psicoanálisis recibe el
síntoma del sujeto o lo que su familia trae de ese síntoma, como
respuestas subjetivas y que uno de los trabajos clínicos fundamentales
es poder preservar esa respuesta del goce del Otro. De esta manera se
preserva también la transferencia.
Existe un empuje al “todos víctimas”. En el caso del acoso escolar,
por ejemplo, vemos esta tendencia a nombrar cualquier conducta como
acoso. Una vez más de lo que se trata es de una defensa para el sujeto,
una salida frente a lo real del cuerpo y su posición en relación al
Otro.
El término responsabilidad es fundamental para pensar una forma en
donde el sujeto pueda tener un lugar en el Otro y a la vez no se pierda
en los laberintos del semejante. Encontramos el cinismo de la “víctima”
asociado a la caída del ideal. Hay un uso cínico del semblante víctima.
El significante víctima encarna también una oferta social, el sujeto
se siente así pero no lo puede conceptualizar, es un instrumento para el
sujeto para nombrar de alguna manera su goce y hacerlo pasar por el
Otro. Tendría en este caso una función transitoria para el sujeto, se
sirve de él, hasta el momento en que aparece la angustia.
En la clínica con niños se verifica como se construye un “no” como
primera salida de la posición de víctima. Hay una pregunta clínica
efecto de la presentación de diferentes trabajos: ¿hay que proteger a
los niños del horror? ¿Hay edad para eso? Verificamos que los tiempos
son los del decir y que el decir da la posibilidad de dejar de poner en
acto una verdad. Si el sujeto se puede servir de este significante
víctima para producir un saber sobre el goce, aparecerá entonces una
pregunta sobre él.
Podríamos pensar, siendo siempre víctimas del inconsciente, que el
psicoanálisis permite construir un pasaje del sinsentido del trauma a un
sentido histórico. Siendo el inconsciente transferencial una defensa
frente a lo real del trauma, que viene desasistido del sentido. Víctima
entonces podría ser una solución pragmática, previa identificación más
mortífera, que separa al sujeto de ser un desecho. Solución que enseña
una elección subjetiva: víctima del Otro en lugar de desecho.
Cómo resistir a la fuerza, al Otro contemporáneo, a la barbarie
actual desde el psicoanálisis, vemos que es una pregunta que siempre se
transforma en acto. Cómo soportar lo más contingente de la existencia.
La pregunta si Europa -y el mundo, agregaría-, resistirá a sus
desviaciones criminales quedó formulada. Si podremos en un futuro
preservar la libertad de acción, de pensar y de analizar. De seguro, no
podremos garantizarla, pero sí salvaguardarla en cada acto analítico.
Miquel Bassols refiere que la víctima tiene el lugar más cercano a lo
sagrado, una proximidad con el objeto indecible, prohibido, intocable.
Un vacío, esto es la cosa freudiana, el Das Ding. Lo sagrado se
convierte en sacrificio, no teniendo ningún sentido en sí mismo, pero lo
tiene, lo lleva consigo, el religioso, y éste alcanza el estatuto de
epidemia. La religión es la morada original del sentido, se encuentra
allí el objeto indecible del goce. Los actos sacrificiales son una
intersección vacía y sin sentido de la que se nutre todo sentido.
La brújula de la experiencia analítica nos enseña tres respuestas
ante el objeto sagrado: el arte, en el que encontramos el objeto de la
sublimación, la religión en la que tenemos una carrera imparable de
producción de un nuevo sentido y la ciencia, que forcluye el sentido, lo
rechaza, apareciendo el universo del goce. Terreno sobre lo real más el
sentido religioso y el reciclaje de objetos. Asistimos a una batalla
entre ciencia y técnica. Ciencia y política se alían para lo ilimitado.
Miquel Bassols refiere entonces, que no se trata del buen o mal uso de
la técnica, sino de los efectos que tiene esta dinámica en el goce del
sujeto. El objeto técnico viene a ocupar el lugar de objeto sagrado. En
la promesa del goce de la muerte, frente a esta “aproximidad”, no hay
cuenta posible. En el camino del goce técnica y religión pueden
encontrarse entonces en el mismo camino.
El psicoanálisis verifica y participa de la contabilidad de nuevos
goces. De algún modo es testigo, porque si bien queda impotente para
resolver algunas cuestiones, como todo discurso, puede utilizar las
“buenas palabras”, el decir del sujeto.
Escuchamos una serie de testimonios impactantes, conmovedores, en los
cuales extraemos una perla preciosa, al tomar la palabra, el sujeto
deja de ser víctima, sufre, habla de los efectos del trauma, pone límite
al goce. Vemos cómo el sujeto elige en lo vivido, toma posición. Y eso
tiene un efecto subjetivo y la responsabilidad dice de eso, de asumir
las consecuencias de los actos.
El psicoanálisis se enfrenta a nuevas modalidades de goce, nuevos
campos del goce, en los cuales la voz del superyó deja muy poco espacio a
la intervención-interdicción. El inconsciente nos recuerda que no lo
sabemos todo, pero que nuestro combate es construir un saber sobre lo
acontecido y hacer tomar la palabra al sujeto. El esfuerzo será entonces
encontrar los rastros subjetivos. La letra como lo que permite
devolverle al sujeto su dignidad.
Me quedo con unas palabras de uno de los testimonios que evocan el
impacto subjetivo del horror del trauma, del encuentro con lo real, a
partir del cual el sujeto queda atravesado: “No consigo que mi espíritu
divague”.
Renata Cuchiarelli
“La no-víctima decidida” Crónica sobre la intervención de Didier François en las Plenarias de PIPOL7, intitulada “En Siria”. Interlocutores: Laure Naveau y Guy Briole.
En principio quisiera destacar el excelente nivel, la actualidad y la
rigurosidad de cada una de las intervenciones de este Congreso. Pero me
quiero detener en una en particular, cuya crónica he decidido llamar
“La no-víctima decidida”, parafraseando por un lado el nombre
que se le dio a otra de las intervenciones del domingo, y
particularizando en este caso el “no-víctima” que se lee todo el tiempo en la posición de Didier François.
Didier Françoise es un periodista francés de Europe 1, que
fue secuestrado en junio de 2013 en Siria y puesto en libertad en abril
de 2014, con otros tres colegas franceses secuestrados en la misma
región. En septiembre de 2014 afirmó que Mehdi Nemmouche, autor de la
masacre del Museo Judío en Bruselas, fue uno de sus captores durante su
período en cautiverio.
François se presenta desde un principio como alguien que no se siente
victima, ya que, como intentó dejar claro en todo momento, ese
significante no lo representa, en tanto -tal como él lo manifiesta- hay
que “estar dispuesto a hacerse responsable de su elección: ser un
periodista de guerra”. Y esa posición atravesó todo su discurso.
Tanto Guy Briole como Laure Naveau apuntaron todo el tiempo a los
efectos subjetivos que lo habían atravesado al momento de ser
secuestrado, ¿qué le pasaba?, ¿qué sentía?, ¿en qué pensaba?, ¿tenía miedo?
Las respuestas de Didier apuntaban a su misma posición: “lo que da
miedo es no saber”. De esta manera, él respondía relatando los avatares
de su secuestro, es decir, relatando los hechos sucedidos, mientras que
tal como Laure Naveau destacó, “a los analistas lo que nos interesa es
la forma de decir las cosas”. Y su forma era
precisamente la que quedó todo el tiempo expuesta, aún sin saberlo… su
posición subjetiva en juego, la enunciación que subyace siempre al orden
de los hechos y los enunciados.
Didier respondía que los conflictos bélicos en sí no eran extraños
para él, más bien había cierta satisfacción en juego en el estar en el
campo de batalla. Lo que relataba es que al momento de ser tomado como
rehén, al saber que los secuestradores no actuaban improvisadamente, que
hay una organización en torno a eso, objetivos precisos y nada hecho al
azar, ese saber del que sí disponía, le sirvió para controlar la
situación. “Hay sorpresa -dice- pero no es eterna (…) No se trata de
valentía, sino de asumir las decisiones, tenemos que ser coherentes con
lo que decidimos”. Sobre su elección no puede decir mucho sin embargo;
no lo sabe, pero eso no le impide hacerse responsable de ello.
Estando de rehén con otras personas, deja claro que si bien lo que se
proclama en esos casos es el “todos juntos víctimas” lo que se verifica
es que en ese momento, ante la necesidad de sobrevivir, las estrategias
para afrontar ese acontecimiento, no es más que una estrategia
individual, cuestión que evidentemente declinaba en situaciones tensas.
Sobre su verdugo, Mehdi Nemmouche, nos dice que es una persona de
gran violencia, pero que al existir una tortura organizada, había un
límite a la violencia que podían ejercer sobre ellos, y eso enfurecía
aún más a este verdugo, quien quería acabar sin dudas con su vida, pero
no podía, no lo dejaban. Al principio, el hecho de que Didier no
cediera, le molestaba muchísimo a su carcelero, despertando en él una
violencia verbal exacerbada, al darse cuenta del saber que su prisionero
tenía de sus movimientos. Ese saber justamente le sirvió como
estrategia, y dice que “la idea básica era suscitar su curiosidad, eso
les intriga… nosotros éramos una ventana al exterior, porque ellos
también están atrapados ahí… Era una relación un poco extraña”.
Desde el público, Gil Caroz le pide que nos hable del Estado
Islámico, y Didier nos ilustra de manera sintética y clara que en el
movimiento Yihadista que comienza en los años ’80 en Argelia, Bosnia,
Chechena, se trata de una estructura política interesante, “una
alternativa para el mundo”, dice Didier, como lo fue el Comunismo en los
años ’70, y que así como los militantes del comunismo se leyeron el
resumen de El Capital, los yihadistas se leyeron el resumen de la
Exégesis. “Son personas de acción, más que teóricos”. Dice que nosotros
nos centramos en el Yihadismo, pero que la fuerza del Estado Islámico no
es el Yihadismo, que el problema es la base social, las estructuras
sociales tradicionales que desde el 2003 ha quebrantado a los sunitas y
los chiitas. Esas tribus beduinas son la base social del Estado Islámico
con sus tradiciones, su actividad es tradicional, literal, que es algo
que plantea problemas para los jóvenes, entre los que se generan las
tensiones. Hay tensiones dentro de esa misma organización, sostiene
François.
Se trata de una estructura tradicional: la bandera y la promesa de un
mundo mejor que atrae a jóvenes que no tienen identidad y buscan un
absoluto. A diferencia de Al Qaeda que sí es una organización
terrorista, ésta no es solo una organización terrorista. Después viene
el control social, desde el rezo hasta la forma de vestir. A los que
intentan huir o se los mata o se los manda la frente que terminan
muertos… Es, dice Didier, una organización.
Para concluir.
Retomo el título de mi crónica: una no-victima decidida,
¿por qué? Didier sostiene que si creemos que lo ideal es ser victima, si
le damos un estatuto ideal a la víctima, pues entonces él es un
reaccionario, pero insiste: “¡No me siento víctima! Yo lo elegí”. Y
termina diciendo que en las guerras hay que aprender sobre la dignidad.
Que por supuesto su elección es algo es muy difícil para su pareja y su
familia, pero que para él es casi “divertido”, es su elección y sabe
también que en algún momento encontrará una solución. Su solución.
Betina Ganim.
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